Apenas puedes decirte a ti mismo: «¡Ya está, me paso a la alimentación consciente a partir del lunes!». – y cambiar tu vida en un chasquido de dedos. Pero si vas poco a poco, paso a paso, es posible replantearte tus hábitos alimenticios.

  1. Escúchate a ti mismo
    Todos nuestros sentimientos y emociones -miedo, ansiedad, incluso enamoramiento o felicidad- se expresan a través de sensaciones corporales. Sin embargo, solemos prestarles poca atención, porque estamos muy preocupados por nuestros propios asuntos y pensamientos.

Para comprender tus verdaderos sentimientos, prueba a sentarte en un lugar tranquilo, cerrar los ojos y concentrarte en tu cuerpo. Al cabo de unos minutos podrás saber exactamente si sientes hambre y, en caso afirmativo, con qué intensidad.

  1. Haz una pausa antes de comer
    A menudo ponemos la comida en el plato por costumbre o copiamos las preferencias de las personas que comen a nuestro lado -o incluso a las que seguimos en las redes sociales-. Son comportamientos inconscientes, que obvian la necesidad de elegir.

Si quieres pasar a una alimentación consciente, prueba a mirar los alimentos o comidas disponibles durante unos minutos antes de cada comida para ver exactamente qué quieres comer o beber aquí y ahora. Piensa también en la cantidad de comida que necesitas. 3

3. No compres demasiados alimentos en stock
Las tartas de queso de caja, las salchichas baratas o los plátanos de aspecto seductor a la entrada del supermercado son cosas que mucha gente compra con gusto, pero que no consume en su totalidad.

Cada año se desechan en todo el mundo unos 931 millones de toneladas de alimentos. De ellos, el 61% acaban en vertederos procedentes de nuestros cubos de basura, el 26% de restaurantes y cafeterías y el 13% de supermercados y mercados. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha calculado que los productos desechados representan entre el 8 y el 10% del total de gases de efecto invernadero. Así que cada trozo extra de queso, salchicha o plátano es una amenaza para el medio ambiente y para tu presupuesto.

  1. Intenta comer más despacio.
    Intente sentir la temperatura, la textura y el sabor de cada bocado en su boca. Concéntrate en cómo te sientes: qué comida te gusta más, qué producto te satisface más.
  2. Come hasta saciarte, pero sin excederte.
    Escúchese periódicamente cuando coma. Para cuando te des cuenta de que ya no tienes hambre.

Aunque quede algo en el plato, no tiene por qué terminárselo. Quizá, de niño, tus padres te decían que sólo debías levantarte de la mesa cuando los platos estuvieran perfectamente limpios. Pero, en realidad, no hay nada malo ni vergonzoso en no terminarse la cena.

  1. No te obligues a comer.
    Son las tres y media y es hora de cenar… y no te apetece. O viceversa, te has levantado a las cinco de la mañana y tu cuerpo sigue dormido, así que la mera visión de comida fresca te provoca unas leves náuseas.

A veces es al revés: te has comido un tazón de sopa de remolacha y también has planeado unas chuletas. Están deliciosas y frescas, pero ahora mismo no te apetecen. Otro ejemplo: acabas de merendar, pero ahora un compañero te llama para ir al comedor. No te importa salir, pero te niegas porque tienes que volver a comer allí.